La mayoría de las personas consideran a la felicidad como un estado de ánimo que puede ir y venir por momentos, marchándose por largas temporadas o condicionada a situaciones puntuales que les suceden.
Es una posición fácil de entender pero de la cual debemos desvincularnos para conseguir que la felicidad se vuelva parte de nuestro ser, de nuestra esencia. Algo permanente.
¿Ser o estar? Ésa es la confusión. Tal vez por un contagio proveniente de la lengua inglesa, donde el TO BE no diferencia entre lo que se es y el donde se está, hemos mal entendido los conceptos que rigen nuestra existencia.
Una mujer puede ESTAR mal presentada y en ese momento no verse muy bien, pero sigue SIENDO hermosa. De la misma manera, se puede ser feliz sin que esto impida que se vivan espacios en los que estemos aburridos, desmotivados o con inquietudes. Decidirse a tomar la felicidad como un estilo de vida, en el cual buscamos el lado positivo de las cosas que afrontamos, blindando al máximo nuestra mente contra los mensajes negativos que recibimos del entorno, nos permitirá vivir mejor y conseguir que los instantes de ESTAR con la energía baja sean cada vez menores.
Así como se puede ser feliz, a pesar tener momentos de aburrimiento, también se puede optar por vivir en la amargura, con los consecuentes chispazos de alegría y de satisfacción que puedan saltar de manera esporádica.
Decidir cuál estilo de vida llevar es una cuestión personal, pero siempre será mejor volar alto y tener algunas caídas, que permanecer arrastrándose y dar breves saltos.
sábado, 14 de agosto de 2010
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