Es común que nos hagan ver la felicidad como un punto hacia el cual nos dirigimos y por tal razón lo asumimos como un lugar al que debemos llegar y en el cual encontraremos la tierra prometida, plena de tranquilidad, satisfacciones y placeres.
Esta forma de asumir la felicidad generalmente se transforma en una interminable cadena de frustraciones, pues cada que se arriba a una de las metas fijadas como sitio de llegada, nos damos cuenta de que no es más que otro punto de partida para el siguiente reto que habremos de establecer.
Por eso es muy valioso entender que la felicidad no es un lugar al que se llega sino un camino que se recorre. Al igual que en los viajes que realizamos, es posible que lo mejor esté en los paisajes y placeres que podemos hallar mientras vamos en el camino, que en el destino mismo.
No permitir que el árbol nos esconda el bosque es una tarea difícil en lo relacionado con la felicidad, pues muchas veces el concentrarnos en donde consideramos está el gran tesoro, hace que nos olvidemos de recoger todas las joyas que están sobre la vía.
Disfrutar cada pequeño regalo que recibimos seguramente nos permitirá tener una mejor calidad de vida que si mantenemos a la espera de obtener el premio mayor de la lotería.
martes, 3 de agosto de 2010
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