viernes, 8 de julio de 2011

El valor de la libertad

Pocos bienes tan apreciados tenemos en la vida como la libertad y muy pocos son los que lo superan en dolor cuando se pierde. Sin embargo, hemos permitido minimizar su significado reduciéndolo al simple concepto de la posibilidad de movilizarnos físicamente sin restricciones.

Ese reducido criterio nos ha llevado a ser presos de muchas diferentes maneras y a vivir engañados, considerándonos libres sin darnos cuenta de que nos hemos creado una cantidad de prisiones innecesarias que nos impiden movernos como quisiéramos en el mundo de la felicidad.

Una de esas cárceles, y tal vez la más dañina de todas, es la de los apegos. Cuando empezamos a crear lazos demasiado fuertes con las personas y con las posesiones que nos rodean, estamos perdiendo mucha parte de nuestra libertad, de la libertad de disfrutar muchas otras cosas, por estar ligados a unas pocas.

Esto no significa que no tengamos que valorar lo que tenemos o que debamos ser descuidados con ellas. Lo que quiere decir es que debemos aprovechar al máximo todo lo que la vida nos coloca en el camino pero teniendo siempre presente que en el universo la mayor característica de sus componentes, es ser pasajeros. Así como cada cosa arriba en un momento determinado, debemos estar conscientes de que en algún momento partiran nuevamente y debemos prepararnos para cuando ese momento llegue.

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