domingo, 13 de noviembre de 2011

El valor de tu entorno

Aunque es indudable que nuestra felicidad y nuestro bienestar dependen en su mayor parte de lo que tenemos en el interior de cada uno de nuestros seres, es también innegable que nos resulta imposible vivir completamente solos y sin contar con las personas y los elementos que nos rodean.

Tal vez una de las tareas más difíciles que tenemos por aprender es la suficiente valoración de todo aquello que nuestro entorno nos ofrece. Y mucho más, el apreciar y reconocer adecuadamente el valor de las personas que tenemos a nuestro alrededor.

Por alguna extraña razón las cosas negativas poseen una facilidad mayor para actuar que las positivas. Es más sencillo caer que subir, destruir que construir, ensuciar que limpiar. Es por esta misma causa que se nos hace mucho más perceptible aquello que no nos gusta de las personas y de las cosas que tenemos cerca.

Si te evalúas concienzudamente te darás cuenta de que lo que en un comienzo te pareció maravilloso y te brindó gran alegría tenerlo, ahora te resulta inadvertido e incluso puedes verlo con ojos críticos. Por un instante recuerda el momento en el que adquiriste alguno de tus electrodomésticos, una prenda de vestir, un juego, un auto o cualquiera de tus pertenencias. Seguro que te brindó una gran satisfacción por el significado que tenían para ti en ese momento.

Sin caer en el conformismo, que puede llevarnos a la mediocridad, debemos conservar nuestra capacidad de agradecimiento con todo lo que la vida nos ofrece, pues puede ser que solo las valoremos una vez las hayamos perdido.

Y ese agradecimiento debe ser aún mucho mayor con las personas que acompañan tu vida y que son parte de la construcción del camino que recorres. Valora los esfuerzos que hacen por ti, su compañía y sus aportes. Piensa cómo sería tu vida si ellos no estuviesen allí y seguramente reconocerás que no les has dado el valor que merecen.

Valora todo lo que tienes, pues aunque es normal que siempre queramos avanzar y superar nuestras actuales condiciones, no te olvides que así como podrías estar mucho mejor, también podrías estar mucho peor.

viernes, 5 de agosto de 2011

Pensar, decir, actuar

Desde las primeras etapas de nuestras vidas nos vemos sometidos al constante reto de tomar decisiones las cuales son las que finalmente enrutan el destino que hemos de afrontar.

Quizás las más complicadas para manejar son las que tienen relación con la interacción con otras personas, las que implican que nos expongamos frente a los demás, pues es muy normal que nos genere recelo el no ser aprobados o el ser víctima de una burla o de una reprobación.

Debido a esto, es muy probable que a todos nos haya pasado que al atender una clase en el colegio hayamos pensado en responder una pregunta o en exponer una idea que finalmente nos guardamos por temor, teniendo que ver cómo alguien con un poco más decisión se atrevía a expresar lo que nosotros no y resultaba siendo el centro del reconocimiento y lograban éxitos que sabíamos podrían habernos pertenecido.

Y esta misma situación se repite muy fácilmente en el ámbito laboral y en el personal. ¿Cuántas personas han dejado marchar al amor de su vida por no actuar en el momento oportuno?

Las personas más exitosas, quienes han cambiado al mundo, no han logrado sus triunfos por haber tenido grandes ideas y una mínima cantidad lo han hecho por sólo haberlas expresado. Quienes realmente han conseguido sobresalir son aquellos que han actuado y han materializado sus ideas, quienes han elaborado un plan para organizar sus pensamientos y convertirlos en hechos palpables.

Con seguridad, si haces una evaluación sincera te darás cuenta de que de tu mente han salido muchas ideas geniales que no han pasado de allí, de una idea y que si hubieses sido un poco más ordenado, más emprendedor o más constante, hubieses alcanzado cosas mucho más grandes de las que tienes.

La buena noticia es que todavía estás a tiempo para rescatar algunas de esas ideas y para cosechar de mejor manera las que te surjan a partir de ahora.

viernes, 8 de julio de 2011

El valor de la libertad

Pocos bienes tan apreciados tenemos en la vida como la libertad y muy pocos son los que lo superan en dolor cuando se pierde. Sin embargo, hemos permitido minimizar su significado reduciéndolo al simple concepto de la posibilidad de movilizarnos físicamente sin restricciones.

Ese reducido criterio nos ha llevado a ser presos de muchas diferentes maneras y a vivir engañados, considerándonos libres sin darnos cuenta de que nos hemos creado una cantidad de prisiones innecesarias que nos impiden movernos como quisiéramos en el mundo de la felicidad.

Una de esas cárceles, y tal vez la más dañina de todas, es la de los apegos. Cuando empezamos a crear lazos demasiado fuertes con las personas y con las posesiones que nos rodean, estamos perdiendo mucha parte de nuestra libertad, de la libertad de disfrutar muchas otras cosas, por estar ligados a unas pocas.

Esto no significa que no tengamos que valorar lo que tenemos o que debamos ser descuidados con ellas. Lo que quiere decir es que debemos aprovechar al máximo todo lo que la vida nos coloca en el camino pero teniendo siempre presente que en el universo la mayor característica de sus componentes, es ser pasajeros. Así como cada cosa arriba en un momento determinado, debemos estar conscientes de que en algún momento partiran nuevamente y debemos prepararnos para cuando ese momento llegue.

domingo, 29 de mayo de 2011

Por acción o por omisión

Aprender a asumir responsabilidad por lo que hacemos es un acto mínimo de sensatez que nos permite convivir de una mejor manera en la sociedad. Cuando se empiezan a dejar de lado las responsabilidades es cuando se viene el deterioro de las comunidades, empezando por su célula básica que es la familia, pasando por barrios, ciudades y naciones enteras.

Pero la responsabilidad no puede limitarse a las acciones que ejecutamos directamente, debemos extenderla a aquellas de las cuales somos conscientes y que permitimos que sucedan sin tomar acción alguna. Tal vez son éstas las que más daño conllevan, porque podemos esforzarnos por ser cuidadosos en no lastimar con nuestras acciones, pero cuando permitimos que los actos de otros agravien sin que hagamos algo para evitarlo, nos volvemos cómplices de los perjuicios causados.

Es indudable que las sociedades se encuentran conformadas en su mayoría por personas de bien y unos pocos logran degenerarlas apoyados en la falta de solidaridad y en la apatía de esa gran mayoría que sólo reacciona cuando se siente afectado directamente.

Por eso, es necesario que empecemos a motivar la conciencia colectiva en nuestro entorno para sembrar semillas de unión que nos permitan enfrentar las dificultades que, aunque aún no nos hayan tocado en cuerpo propio, sabemos que en cualquier momento nos pueden llegar. No se trata de realizar acciones heroicas, simplemente hacer cosas elementales en el momento adecuado: una llamada para reportar una actividad sospechosa, llamar la atención sobre cosas que sabemos nos perjudican y muchas otras más que cuestan poco pero aportan mucho.

domingo, 17 de abril de 2011

Los pequeños valiosos detalles

Existen muchas cosas a nuestro alrededor a las que no les damos mucha importancia, probablemente porque son demasiado pequeñas o porque están muy ocultas para percatarnos de su real valor. Debido a esto, corremos el riesgo de permitir que otras cosas que sí valoramos se vean afectadas muy seriamente, ya que dependen de manera directa de aquellas a las que no estamos atendiendo adecuadamente.

Así como un tornillo resulta ser el soporte fundamental para que se mantenga en pie un monumental puente, de la misma forma aspectos tan importantes para nuestras vidas, como son las relaciones interpersonales, el éxito profesional o el alcanzar la felicidad, están sustentados por una cantidad de pequeños componentes que fácilmente desatendemos sin darnos cuenta de lo que se está colocando en riesgo.

Es muy fácil caer en el error de concentramos en lo que nos resulta muy notorio y evidente, en las grandes estructuras que, aunque no dejan de ser importantes, generalmente se rompen por los puntos que menos esperamos y que menos cuidamos. Esos pequeños tornillos que dejamos oxidar, a los que no les hacemos mantenimiento, resultan ser el lugar por donde empiezan a corroerse y a derrumbarse las grandes construcciones que hemos creado con gran esfuerzo.

Por eso, debemos procurar reconocer cuáles son los pilares que sustentan todo lo que poseemos, lo que queremos y que hacen parte de nuestra felicidad. Tal vez estemos dejando derrumbar nuestra vida completa por estar muy pendientes de lo que consideramos muy importante, sin percatarnos de que estamos descuidando lo fundamental.

Atender los pequeños detalles, quizás es la clave para que lo más grande se mantenga en pie.

martes, 1 de marzo de 2011

El sentido de la escala de valores

Una de las razones fundamentales por la que nuestra sociedad ha venido en ese proceso de decadencia que nos lleva a ver cosas cada día más lamentables, es la inversión que le hemos aceptado a nuestra escala de valores, que nos permite mentirnos para justificar aquello que no tiene justificación.

Nos hemos permitido convertir el defecto de ser deshonesto en la virtud de ser vivo. Al igual que la gran virtud de ser correcto en el actuar, en el reprochable defecto de ser bobo. Es por eso que encontramos una gran cantidad de vivos que permanecen al asecho de cualquier situación para sacar provecho de los demás a cualquier precio, sin darse cuenta de que, en cualquier momento, ellos mismos pueden ser víctimas de otros vivos que no tendrán reparo en sacar ventaja de los demás.

Quien se da cuenta de que alguien perdió algo y no lo regresa sino que lo deja para sí, no es un vivo: simplemente es un ladrón. Un ladrón que cambió su escala de valores para no sentirse culpable y, por el contrario, vanagloriarse por su viveza.

En la medida en que más personas tengamos la capacidad de no sentirnos mal por respetar una fila, por detenernos ante un semáforo en el momento debido, por devolver lo que sabemos que no nos pertenece y por procurar actitudes ceñidas al respeto por quienes nos rodean, empezaremos a construir una sociedad mucho más agradable para vivir.

Quizás nos baste con recordar un precepto básico para la convivencia: No hacer al prójimo lo que no queremos nos hagan a nosotros.

lunes, 14 de febrero de 2011

Una vida de oportunidades

La vida es un camino largo que recorremos y en el que nos encontramos con constantes situaciones que nos llevan a tomar decisiones, algunas muy sencillas y otras que requieren de todos nuestros sentidos y con las que desgastamos gran cantidad de energía para resolverlas. Son estas últimas las que demarcan nuestro destino puesto que, dependiendo de la elección que hagamos, nuestro futuro puede tomar diferentes rumbos.

Detrás de esas decisiones ocasionalmente se esconden las grandes oportunidades que pueden cambiar nuestra existencia. Las personas exitosas son aquellas que aprenden a tomar las decisiones adecuadas, aprovechando las oportunidades que les llegan, en el momento en el que corresponde.

Sin embargo, no es un trabajo sencillo, puesto que las grandes cosas tienen altos precios, por lo que es necesario aprender a evaluar correctamente lo que tendremos que pagar para alcanzar cada logro. Esto incluye colocar en la balanza todos los aspectos de nuestra vida, entendiendo cuánto tendremos que entregar de ellos a cambio de la meta que pretendemos alcanzar.

Es posible que se requiera de varias equivocaciones hasta lograr una buena capacidad de decisión que nos lleve a cosechar nuestros primeros éxitos, pero tenemos que ser cuidadosos en no permitirnos demasiados errores porque la cantidad de oportunidades que tendremos serán limitadas y sólo una de ellas, será la que marcará la diferencia.

Procura estar lo suficientemente atento para identificarla y coloca en ella tu máxima capacidad.