Existe una premisa fundamental e inequívoca que dice que no podemos dar de aquello que no poseemos. Es sencillo y elemental. Por esta razón debes asegurarte de que lo que quieres entregar a los demás lo tienes suficientemente disponible en tu inventario.
No puedes alimentar a nadie si tu alacena está vacía.
Muchas personas se esfuerzan en amar cuando su autoestima la tienen por el suelo. Procuran aconsejar cuando no saben cómo resolver sus propios dilemas. Se empeñan en servir de apoyo cuando ellos mismos están tambaleantes.
Por eso es necesario que, antes de pretender ofrecer, aprendamos a generar y a guardar para nosotros mismos la parte mínima que requerimos y que debe servir a la vez como semilla para que reproduzcamos la cantidad necesaria de aquello que deseamos compartir.
Ámate, respétate, perdónate, ayúdate... practica contigo mismo y el resultado cuando lo hagas con otros, serás mucho más valioso.
viernes, 20 de julio de 2012
domingo, 13 de noviembre de 2011
El valor de tu entorno
Aunque es indudable que nuestra felicidad y nuestro bienestar dependen en su mayor parte de lo que tenemos en el interior de cada uno de nuestros seres, es también innegable que nos resulta imposible vivir completamente solos y sin contar con las personas y los elementos que nos rodean.
Tal vez una de las tareas más difíciles que tenemos por aprender es la suficiente valoración de todo aquello que nuestro entorno nos ofrece. Y mucho más, el apreciar y reconocer adecuadamente el valor de las personas que tenemos a nuestro alrededor.
Por alguna extraña razón las cosas negativas poseen una facilidad mayor para actuar que las positivas. Es más sencillo caer que subir, destruir que construir, ensuciar que limpiar. Es por esta misma causa que se nos hace mucho más perceptible aquello que no nos gusta de las personas y de las cosas que tenemos cerca.
Si te evalúas concienzudamente te darás cuenta de que lo que en un comienzo te pareció maravilloso y te brindó gran alegría tenerlo, ahora te resulta inadvertido e incluso puedes verlo con ojos críticos. Por un instante recuerda el momento en el que adquiriste alguno de tus electrodomésticos, una prenda de vestir, un juego, un auto o cualquiera de tus pertenencias. Seguro que te brindó una gran satisfacción por el significado que tenían para ti en ese momento.
Sin caer en el conformismo, que puede llevarnos a la mediocridad, debemos conservar nuestra capacidad de agradecimiento con todo lo que la vida nos ofrece, pues puede ser que solo las valoremos una vez las hayamos perdido.
Y ese agradecimiento debe ser aún mucho mayor con las personas que acompañan tu vida y que son parte de la construcción del camino que recorres. Valora los esfuerzos que hacen por ti, su compañía y sus aportes. Piensa cómo sería tu vida si ellos no estuviesen allí y seguramente reconocerás que no les has dado el valor que merecen.
Valora todo lo que tienes, pues aunque es normal que siempre queramos avanzar y superar nuestras actuales condiciones, no te olvides que así como podrías estar mucho mejor, también podrías estar mucho peor.
Tal vez una de las tareas más difíciles que tenemos por aprender es la suficiente valoración de todo aquello que nuestro entorno nos ofrece. Y mucho más, el apreciar y reconocer adecuadamente el valor de las personas que tenemos a nuestro alrededor.
Por alguna extraña razón las cosas negativas poseen una facilidad mayor para actuar que las positivas. Es más sencillo caer que subir, destruir que construir, ensuciar que limpiar. Es por esta misma causa que se nos hace mucho más perceptible aquello que no nos gusta de las personas y de las cosas que tenemos cerca.
Si te evalúas concienzudamente te darás cuenta de que lo que en un comienzo te pareció maravilloso y te brindó gran alegría tenerlo, ahora te resulta inadvertido e incluso puedes verlo con ojos críticos. Por un instante recuerda el momento en el que adquiriste alguno de tus electrodomésticos, una prenda de vestir, un juego, un auto o cualquiera de tus pertenencias. Seguro que te brindó una gran satisfacción por el significado que tenían para ti en ese momento.
Sin caer en el conformismo, que puede llevarnos a la mediocridad, debemos conservar nuestra capacidad de agradecimiento con todo lo que la vida nos ofrece, pues puede ser que solo las valoremos una vez las hayamos perdido.
Y ese agradecimiento debe ser aún mucho mayor con las personas que acompañan tu vida y que son parte de la construcción del camino que recorres. Valora los esfuerzos que hacen por ti, su compañía y sus aportes. Piensa cómo sería tu vida si ellos no estuviesen allí y seguramente reconocerás que no les has dado el valor que merecen.
Valora todo lo que tienes, pues aunque es normal que siempre queramos avanzar y superar nuestras actuales condiciones, no te olvides que así como podrías estar mucho mejor, también podrías estar mucho peor.
viernes, 5 de agosto de 2011
Pensar, decir, actuar
Desde las primeras etapas de nuestras vidas nos vemos sometidos al constante reto de tomar decisiones las cuales son las que finalmente enrutan el destino que hemos de afrontar.
Quizás las más complicadas para manejar son las que tienen relación con la interacción con otras personas, las que implican que nos expongamos frente a los demás, pues es muy normal que nos genere recelo el no ser aprobados o el ser víctima de una burla o de una reprobación.
Debido a esto, es muy probable que a todos nos haya pasado que al atender una clase en el colegio hayamos pensado en responder una pregunta o en exponer una idea que finalmente nos guardamos por temor, teniendo que ver cómo alguien con un poco más decisión se atrevía a expresar lo que nosotros no y resultaba siendo el centro del reconocimiento y lograban éxitos que sabíamos podrían habernos pertenecido.
Y esta misma situación se repite muy fácilmente en el ámbito laboral y en el personal. ¿Cuántas personas han dejado marchar al amor de su vida por no actuar en el momento oportuno?
Las personas más exitosas, quienes han cambiado al mundo, no han logrado sus triunfos por haber tenido grandes ideas y una mínima cantidad lo han hecho por sólo haberlas expresado. Quienes realmente han conseguido sobresalir son aquellos que han actuado y han materializado sus ideas, quienes han elaborado un plan para organizar sus pensamientos y convertirlos en hechos palpables.
Con seguridad, si haces una evaluación sincera te darás cuenta de que de tu mente han salido muchas ideas geniales que no han pasado de allí, de una idea y que si hubieses sido un poco más ordenado, más emprendedor o más constante, hubieses alcanzado cosas mucho más grandes de las que tienes.
La buena noticia es que todavía estás a tiempo para rescatar algunas de esas ideas y para cosechar de mejor manera las que te surjan a partir de ahora.
Quizás las más complicadas para manejar son las que tienen relación con la interacción con otras personas, las que implican que nos expongamos frente a los demás, pues es muy normal que nos genere recelo el no ser aprobados o el ser víctima de una burla o de una reprobación.
Debido a esto, es muy probable que a todos nos haya pasado que al atender una clase en el colegio hayamos pensado en responder una pregunta o en exponer una idea que finalmente nos guardamos por temor, teniendo que ver cómo alguien con un poco más decisión se atrevía a expresar lo que nosotros no y resultaba siendo el centro del reconocimiento y lograban éxitos que sabíamos podrían habernos pertenecido.
Y esta misma situación se repite muy fácilmente en el ámbito laboral y en el personal. ¿Cuántas personas han dejado marchar al amor de su vida por no actuar en el momento oportuno?
Las personas más exitosas, quienes han cambiado al mundo, no han logrado sus triunfos por haber tenido grandes ideas y una mínima cantidad lo han hecho por sólo haberlas expresado. Quienes realmente han conseguido sobresalir son aquellos que han actuado y han materializado sus ideas, quienes han elaborado un plan para organizar sus pensamientos y convertirlos en hechos palpables.
Con seguridad, si haces una evaluación sincera te darás cuenta de que de tu mente han salido muchas ideas geniales que no han pasado de allí, de una idea y que si hubieses sido un poco más ordenado, más emprendedor o más constante, hubieses alcanzado cosas mucho más grandes de las que tienes.
La buena noticia es que todavía estás a tiempo para rescatar algunas de esas ideas y para cosechar de mejor manera las que te surjan a partir de ahora.
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viernes, 8 de julio de 2011
El valor de la libertad
Pocos bienes tan apreciados tenemos en la vida como la libertad y muy pocos son los que lo superan en dolor cuando se pierde. Sin embargo, hemos permitido minimizar su significado reduciéndolo al simple concepto de la posibilidad de movilizarnos físicamente sin restricciones.
Ese reducido criterio nos ha llevado a ser presos de muchas diferentes maneras y a vivir engañados, considerándonos libres sin darnos cuenta de que nos hemos creado una cantidad de prisiones innecesarias que nos impiden movernos como quisiéramos en el mundo de la felicidad.
Una de esas cárceles, y tal vez la más dañina de todas, es la de los apegos. Cuando empezamos a crear lazos demasiado fuertes con las personas y con las posesiones que nos rodean, estamos perdiendo mucha parte de nuestra libertad, de la libertad de disfrutar muchas otras cosas, por estar ligados a unas pocas.
Esto no significa que no tengamos que valorar lo que tenemos o que debamos ser descuidados con ellas. Lo que quiere decir es que debemos aprovechar al máximo todo lo que la vida nos coloca en el camino pero teniendo siempre presente que en el universo la mayor característica de sus componentes, es ser pasajeros. Así como cada cosa arriba en un momento determinado, debemos estar conscientes de que en algún momento partiran nuevamente y debemos prepararnos para cuando ese momento llegue.
Ese reducido criterio nos ha llevado a ser presos de muchas diferentes maneras y a vivir engañados, considerándonos libres sin darnos cuenta de que nos hemos creado una cantidad de prisiones innecesarias que nos impiden movernos como quisiéramos en el mundo de la felicidad.
Una de esas cárceles, y tal vez la más dañina de todas, es la de los apegos. Cuando empezamos a crear lazos demasiado fuertes con las personas y con las posesiones que nos rodean, estamos perdiendo mucha parte de nuestra libertad, de la libertad de disfrutar muchas otras cosas, por estar ligados a unas pocas.
Esto no significa que no tengamos que valorar lo que tenemos o que debamos ser descuidados con ellas. Lo que quiere decir es que debemos aprovechar al máximo todo lo que la vida nos coloca en el camino pero teniendo siempre presente que en el universo la mayor característica de sus componentes, es ser pasajeros. Así como cada cosa arriba en un momento determinado, debemos estar conscientes de que en algún momento partiran nuevamente y debemos prepararnos para cuando ese momento llegue.
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domingo, 29 de mayo de 2011
Por acción o por omisión
Aprender a asumir responsabilidad por lo que hacemos es un acto mínimo de sensatez que nos permite convivir de una mejor manera en la sociedad. Cuando se empiezan a dejar de lado las responsabilidades es cuando se viene el deterioro de las comunidades, empezando por su célula básica que es la familia, pasando por barrios, ciudades y naciones enteras.
Pero la responsabilidad no puede limitarse a las acciones que ejecutamos directamente, debemos extenderla a aquellas de las cuales somos conscientes y que permitimos que sucedan sin tomar acción alguna. Tal vez son éstas las que más daño conllevan, porque podemos esforzarnos por ser cuidadosos en no lastimar con nuestras acciones, pero cuando permitimos que los actos de otros agravien sin que hagamos algo para evitarlo, nos volvemos cómplices de los perjuicios causados.
Es indudable que las sociedades se encuentran conformadas en su mayoría por personas de bien y unos pocos logran degenerarlas apoyados en la falta de solidaridad y en la apatía de esa gran mayoría que sólo reacciona cuando se siente afectado directamente.
Por eso, es necesario que empecemos a motivar la conciencia colectiva en nuestro entorno para sembrar semillas de unión que nos permitan enfrentar las dificultades que, aunque aún no nos hayan tocado en cuerpo propio, sabemos que en cualquier momento nos pueden llegar. No se trata de realizar acciones heroicas, simplemente hacer cosas elementales en el momento adecuado: una llamada para reportar una actividad sospechosa, llamar la atención sobre cosas que sabemos nos perjudican y muchas otras más que cuestan poco pero aportan mucho.
Pero la responsabilidad no puede limitarse a las acciones que ejecutamos directamente, debemos extenderla a aquellas de las cuales somos conscientes y que permitimos que sucedan sin tomar acción alguna. Tal vez son éstas las que más daño conllevan, porque podemos esforzarnos por ser cuidadosos en no lastimar con nuestras acciones, pero cuando permitimos que los actos de otros agravien sin que hagamos algo para evitarlo, nos volvemos cómplices de los perjuicios causados.
Es indudable que las sociedades se encuentran conformadas en su mayoría por personas de bien y unos pocos logran degenerarlas apoyados en la falta de solidaridad y en la apatía de esa gran mayoría que sólo reacciona cuando se siente afectado directamente.
Por eso, es necesario que empecemos a motivar la conciencia colectiva en nuestro entorno para sembrar semillas de unión que nos permitan enfrentar las dificultades que, aunque aún no nos hayan tocado en cuerpo propio, sabemos que en cualquier momento nos pueden llegar. No se trata de realizar acciones heroicas, simplemente hacer cosas elementales en el momento adecuado: una llamada para reportar una actividad sospechosa, llamar la atención sobre cosas que sabemos nos perjudican y muchas otras más que cuestan poco pero aportan mucho.
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