domingo, 29 de mayo de 2011

Por acción o por omisión

Aprender a asumir responsabilidad por lo que hacemos es un acto mínimo de sensatez que nos permite convivir de una mejor manera en la sociedad. Cuando se empiezan a dejar de lado las responsabilidades es cuando se viene el deterioro de las comunidades, empezando por su célula básica que es la familia, pasando por barrios, ciudades y naciones enteras.

Pero la responsabilidad no puede limitarse a las acciones que ejecutamos directamente, debemos extenderla a aquellas de las cuales somos conscientes y que permitimos que sucedan sin tomar acción alguna. Tal vez son éstas las que más daño conllevan, porque podemos esforzarnos por ser cuidadosos en no lastimar con nuestras acciones, pero cuando permitimos que los actos de otros agravien sin que hagamos algo para evitarlo, nos volvemos cómplices de los perjuicios causados.

Es indudable que las sociedades se encuentran conformadas en su mayoría por personas de bien y unos pocos logran degenerarlas apoyados en la falta de solidaridad y en la apatía de esa gran mayoría que sólo reacciona cuando se siente afectado directamente.

Por eso, es necesario que empecemos a motivar la conciencia colectiva en nuestro entorno para sembrar semillas de unión que nos permitan enfrentar las dificultades que, aunque aún no nos hayan tocado en cuerpo propio, sabemos que en cualquier momento nos pueden llegar. No se trata de realizar acciones heroicas, simplemente hacer cosas elementales en el momento adecuado: una llamada para reportar una actividad sospechosa, llamar la atención sobre cosas que sabemos nos perjudican y muchas otras más que cuestan poco pero aportan mucho.